Éste era el sugerente eslogan con el que la empresa Foster Grant reclamaba la atención de los futuros compradores ya en la década de los sesenta para sus sunglasses. Eran las que usaban las estrellas de Hollywood. ¡Todo un lujazo! que desde entonces se han ganado un particular rinconcito en el corazón de todo amante de los complementos. ¡¡Sobre todo en el mío!!
Me ha parecido genial descubrir que las gafas de sol, estos codiciados objetos de mi deseo, comienzan a desarrollarse en China antes de 1430 y que estos primitivos cristales de cuarzo ahumado no se utilizaban entonces para proteger los ojos del sol, los lucían para ocultar la expresión de los ojos de los jueces en la Corte. ¿Quién no lo sigue haciendo todavía? Lo que no oculten unas buenas gafas...
Creo que he perdido la cuenta de cuantas tengo en mi cajón. Hoy os dejo éstas tres que, sin que me oigan las demás...son mis preferidas. Yo soy de la opinión de que las gafas tiene que acompañar tu estado de ánimo, así que tres propuestas muy distintas: una clásica y segura, unas Ralph Lauren de montura morada porque me encanta el color que dan a la mirada en las mañanas soleadas y con ellas nunca fallas.
Y dos caprichos vintage que compre hace unos meses en una tienda de antigüedades segoviana por una auténtica ganga (¡¡¡5 euros cada una!!!): unas "gatunas" de los años cincuenta, de plena actualidad este veranito, que me hacen sentir muy diva y me ayudan a explotar ese look secretaria que pisa fuerte y unas más hippies con un color miel que combina con todos los estados posibles, saca tu vestidito veraniego y a "sesentear".
Y para terminar sólo un consejo o mejor una orden: ¡No a las gafas de sol en las bodas! ¡Please! Un horror.
