Hace un par de días me enfrasqué en una tarde de compras porque necesitaba (sí... he dicho necesitaba) algunos trapillos para afrontar la nueva estación que acaba de darnos la bienvenida: ¡Hola otoño! Y como me suele suceder terminé mucho más que comprando. En una percha del MANGO de la calle Velázquez (para más señas, hay que contarlo todo) estaba una de mis prendas estrella de la tarde: una torera azul noche de plumas ¡espectacular!, bueno, o al menos a mi me lo pareció porque tengo una boda en una semana y era el detalle que me faltaba, reconozcámoslo.
Mi talla siempre ha sido la "S", así que me fui a por ella sin pensarlo y ¡qué sorpresa!, no me entraba, vamos, ni un poquito... pues a ver con la "M", tampoco... casi no podía respirar de lo ajustada que me quedaba., vaya... Así que nada, me fui a casa con mi torera de la talla "L", que tampoco es que me sobrara por todos los lados, contenta pero con una duda: ¿He ganado dos tallas en una sola tarde? ¡Qué digo en una tarde! ¿En horas? En mi bolsa había otra camiseta de la "S" y una chaqueta de esas de talla única, algo que nunca entenderé, la verdad.
Pues parece que no y que además no sólo yo la única, el 40 por ciento de la población no encuentra la ropa adecuada a pesar de tener un peso normal, increíble ¿no? Y es que a día de hoy y con la guerra que dieron no se ha llevado a cabo la famosa iniciativa del Ministerio de Sanidad para unificar las tallas, ni nada que se le parezca. Y así no hay quién se aclare, ¿Tan difícil es establecer unas tallas reales y para todos?
Pues aún más, mientras aquí no avanzamos, en los países vecinos dan marcha atrás. Resulta que hoy que comienza la semana de la moda de Milán se va a sentir una ausencia notable: Elena Mirò, diseñadora de tallas grandes que desde 2005 desfilaba aquí con modelos a partir de la talla 44. Lo más triste, las razones de la "cabeza" de la organización, un conjunto de motivaciones poco creíbles, abstractas y dudosas, algo de mantener el no sé qué de la creatividad y la selección... A mi no me han quedado muy claras, lo siento.
No se trata de hacer filosofía barata sobre este recurrente tema, más bien de preguntarse ¿Qué hay de malo en que haya opciones para todos? Injusto, del todo injusto. Mejor dicho, ridículo.